Al llegar un anciano que que posee color, va repartiendo felicidad a su habitantes y con esa alegría, el color.
El abuelo no sabía escribir de pequeño, por eso no podía escribir un diario. Pero la imaginación, a veces es un recurso asombroso. Por eso en cajitas de cerillas va guardando pequeños recuerdos que evoca junto a su nieta.
Dos relatos emotivos, cargados de sensibilidad que nos hará apreciar a nuestros abuelos en toda su magnitud y reconocer el valor que tienen en nuestra vidas.
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